COMENTARIO DE ARTE:
TORRE EIFFEL
1) IDENTIFICACIÓN DE LA OBRA:
a) TIPO DE OBRA: Arquitectura
b) TÍTULO: Torre Eiffel
c) AUTOR: Alexandre Gustave Eiffel
d) FECHA: 1887
e) LOCALIZACIÓN: París, Francia
f) ESTILO: Arquitectura del hierro
2) ANÁLISIS FORMAL
La base de la Torre consiste en cuatro enormes pilares situados en los
vértices de un rectángulo. A medida que la torre se eleva, los pilares giran hacia el interior hasta unirse en un solo elemento articulado. En su estructura se alzan tres plataformas a distintos niveles, cada una con un mirador y, la primera, además, con un restaurante. En la última, se puede observar la reproducción del estudio de Eiffel con su figura en el interior. También, cerca del extremo de la torre encontramos una estación meteorológica, una estación de radio y una antena de transmisión para la televisión.
La preparación de los cimientos, que se inició el 28 de enero de 1887, duró cinco meses. A partir de marzo del año siguiente se realizó la unión de los cuatro pilares. Desde el primer piso, a 57 metros del suelo, hasta el segundo, a 115, la torre creció a un ritmo de 10 metros por mes; luego, el crecimiento se aceleró llegando a los 30 metros al mes al llegar a la cima. Las piezas de elementos premontados que iban llegando eran de 5 metros de longitud.
Menos de dos años necesitaron Gustave Eiffel y su equipo -50 ingenieros y 132 obreros- para realizar la proeza técnica consistente en ensamblar 6.300 toneladas de hierro en 18.000 piezas con 2.500.000 remaches. Es, probablemente, la torre más emblemática de la arquitectura del hierro por el protagonismo exclusivo de este material, así como por su imagen de ligereza lograda gracias a su transparencia y a su estrechamiento en altura.
El hecho es que Eiffel concibe la Torre como un monumento, pero de pura estructura. A pesar de las superposiciones decorativas, eliminadas después, y de algunas ambigüedades, se trata de una importante obra que traduce una nueva concepción del espacio, constituido en el interior por elementos metálicos que vienen a ser como los acentos dinámicos de su estructura. Ésta ejerció un notable influjo en las técnicas de construcción porque, según palabras del propio Eiffel, resolvía la forma de contrarrestar la fuerza del viento. Además, el material metálico crea un nievo lenguaje formal; un camino abierto hacia la realización de tipos arquitectónicos acordes con las exigencias y la sensibilidad artística de la época.
La torre Eiffel es de alguna manera el resultado de numerosas experiencias técnicas pero también estéticas que se suceden durante el siglo XIX. Símbolo de la civilización industrial, paradójicamente la torre no está concebida con ninguna función utilitaria; construida con piezas prefabricadas y por ingenieros fue rechazada no sólo por arquitectos sino también por destacados intelectuales. Sin embargo hemos de considerarla como un símbolo
-consciente o inconsciente- de los nuevos tiempos. Se eleva vertical hacia los cielos como hacían tantas catedrales góticas francesas, pero su intención simbólica no tiene que ver con el cristianismo sino más bien con la nueva religión laica del progreso, con la nueva
mentalidad burguesa y positivista de la III República francesa.
Es difícil intentar separar en esta obra la forma, el material y la función. Su posterior utilización como torre de telecomunicaciones no debe hacernos olvidar que no tenía ninguna utilidad inicial, sino que como en tantas obras plásticas del pasado la forma era la función misma. Y lo que el paso del tiempo no ha hecho sino acrecentar es la capacidad de seducción que para el espectador de cualquier tradición cultural tiene el hierro puro y desnudo, los tornillos, etc, y que sigue imponiéndose como una realidad de nuestro tiempo con una fuerza expresiva intacta.
Tanto la Galería de Máquinas como la Torre de Eiffel provocaron todo
género de reacciones, a menudo negativas. Ruskin, en su tiempo, había
protestado contra el Palacio de Cristal de Paxton. Zola, Gounod, Meissonier, los
Goncourt y otros intelectuales lo harán, a su vez, contra la Torre. Pero como iba a
ser desmontada al concluir la exposición, el mal era sólo transitorio. Cuando se
acordó su permanencia, un numeroso grupo de escritores y artistas protestaron
enérgicamente ante la posibilidad de que la imagen de París quedara unida para
siempre a semejante artefacto de hierro. Pero los parisinos se fueron
acostumbrando a su Torre hasta convertirla en algo propio. Y, curiosamente,
cuando en 1930 se volvió a plantear su desaparición, más voces se levantaron
para pedir su permanencia. Hoy, símbolo indiscutible de París, ha recibido, desde
su construcción, más de veinte millones de visitantes.